lunes, 29 de enero de 2007

Nadie necesitaría suavizante.

Si yo fuera un suéter, mi estambre sería el más gordo y elástico que se pudiera encontrar. Le quedaría grande a quien no le gustara el frío, pequeño al que tuviera un coche caro y justo al que le gustara andar descalzo.
Si yo fuera un suéter mis mangas no se pondrían grises y colgaría mi cuello en V justo encima del corazón para poder mirar abajo. Nunca picaría, ni cuando debajo de mí, el cuerpo se hallara desnudo; sería ligero y no encogería aunque me lavaran con agua hirviendo.
Si yo fuera suéter nadie necesitaría suavizante.

sábado, 20 de enero de 2007

La imperfección de tener hijos (cap. I )


Desde que era pequeña he sido entrenada socialmente para ser mamá. Me lo pintaron como algo maravilloso y que cuando pasara, mi plenitud no tendría límites.
Aún asi, no recuerdo que eso viviera en casa ni en ningún otro lugar. Vale que DoñaB se empeñaba en que todos creyeran que esto es una verdad absoluta. Nunca la vi descansar, nunca cesó de atender a las necesidades de otros y olvidar las propias. El único gustito que se daba y eso porque lo justifica la Institución Familiar fue ir a misa.
Cada quién.
Amigas y amigos, la perfección de tener hijos es FALSA y justo en su imperfección está el encanto. Ninguna experiencia requiere de tanta capacidad de adaptación y ninguna experiencia social demanda tantos "comme il faut". A veces tener hijos nos convierte en parte de un rebaño que corre de la estimulación temprana a las noches blancas de la culpa que produce cuestionarnos "si seremos buenos padres" y a veces nos convierte en héroes sociales (véase: madres solteras, madres trabajadoras, mártires, adultos responsables y una laaarga lista de etcéteras)
Sin embargo, como dice el viejito, tener hijos nos lleva a descubrir sin lugar a dudas de qué material estamos hechos.
Personalmente creo que tener hijos no implica plenitud, sino el descubrimiento de los vacíos que hay en uno mismo que luego hay que llenar si queremos lograr que ellos lo logren . Los hijos son vampiros disfrazados de esperanza. Somos nosotros mismos espejeándo nuestro anhelo de volver a la infancia y por esto es también ineludiblemente una oportunidad y una dulce manera de dejarse el pellejo viviendo.


jueves, 18 de enero de 2007

De lo pequeño

“Agazapado, el gato espera el mínimo impulso para saltar.

Puede ver en la oscuridad y ha hecho de la separación oficio y dependencia.

En el vértice de las paredes polvorosas, se esconde un ratón nervioso. Espera que algo en sus bigotes le advierta el momento de salir corriendo imantado a la pared. Es ciego en esta noche de cacería; ha hecho de la unidad su mejor aliado y su verdugo.”

Agustín levantó sus ojos de la revista que leía. Tosió dos veces en una risa ahogada y procedió a tirar del rollo de papel de baño.