jueves, 15 de septiembre de 2016

Una de estas mañanas

Deshago un nudo grueso
formado por una soga
corrediza casi
de algodón gris.
Sus hebras hermosas
huelen a lana y calor,
sudan otro tiempo
de aferrarse.

Hay horas para el desahogo
a ese llego tarde y desbordada.
Siempre.

Mis manos duermen
en un cuenco invisible,
refrigerante.
Son como de niña madre
y tengo los dedos de las uñas
tan fríos,
que ya no siento nada.

Ha cedido la marea que
incendiaba las olas.
Ahora todo es nube
inundada
y, ha muerto ahogada la ira
que provoca 
lo que se ve y voy
dejando de preguntar
porque al soltar el nudo
el agua me llevará del otro lado.