viernes, 8 de abril de 2011

Historia inconclusa de un ave inútil. (1)

Hay puertas que no se abren y que no se cierran.
Sólo están ahi para ser puertas; por la posibilidad imaginaria de abrirlas y cerrarlas.
Son los goznes del albedrío.
El albedrío es un magnífico pájaro indeciso, que a veces no recuerda que es pájaro y vuela.
Jamás escribe su nombre empezando por la "A".
Insiste en nombrarse con todas las otras letras ignorando la existencia de la voz.
Deforma su quijada de tanto comerse la libertad de las eles.
Se puede decir libremente que goza con la inmovilidad del silencio,
aunque aquello le cueste un par de laringítis anuales.
Presume su carencia de Lamígdalas;  y como a todos, le dieron nieve de limón en el hospital.
Definitivamente, el albedrío se mira al espejo y se encuentra con memorias cortas y culpas largas.
Cada mañana decide mudarse a otra entidad distinta al ser humano.
Una con menos problemas técnicos y un sistema operativo más eficiente.
Algo que no fuera virtual.
Un lugar en el cual ejercerse, nacer, crecer, reproducirse y morir.
"Detenerse a oler las flores..."
Como dios manda.