martes, 29 de agosto de 2017

Once veintisiete.


Antes de soltar se aprieta muy fuerte, luego todo se relaja, se expande y alcanza los rincones más silenciosos.
Antes de abrir los ojos estamos viendo lo de adentro de los párpados, lo de adentro de la caja de historias; luego entra la luz y se hacen las formas, los colores y empiezan a definirse las ideas.
Antes de abrir la boca se siente el aliento tibio, dulce, la respiración golpea el paladar, la saliva se recoge en los cachetes, luego mis manos toman tu cara y te doy un beso imaginario, y bato el aire con la lengua mientras nadie ve.
Antes de empezar a oler, galopa la memoria endemoniada desde la panza hasta los senos, cuando llega al cerebro saca una espada o una velo finísimo sembrado de prismas, y cuando tengo suerte me corta la cabeza.
Antes de la ira estoy abierta y luego viene el paradigma, lo que somos, esa idea fija, ese límite de la personalidad, esa representación del mundo.
Quiero ser agua en silencio, derramarme en tu pecho, sin imagen ni concepto, que me respires y equivoquemos la cabeza con los pies con tus manos con mi pelo con tu espalda entre mis piernas, piel baba coño boca suave corta el aire con la punta filosa de la nariz.