miércoles, 29 de julio de 2015

Una treinta y nueve.

Esto
a veces, es
un acantilado profético.

Me creo experta en ver
de lejos el polvo apocalíptico
que nunca llega,
aún si llega.

Estar aquí marea.
Impresiona y paraliza el
miedo de abrir los brazos
y acercar mi nariz a la piel del sol.

Abrazar y mirar arriba,
abrazar y quedarme aquí.
No detenerme, ¿por qué detenerme?
El movimiento no es control
el movimiento no es jauría
moverme es estar aquí.

El mundo no acaba en suposiciones.

Hay pétalos en estas horas
hay raíces en esta flora
y papel secante ternura
entre las páginas de
los libros de fotos
de nuestras hijas.

Esto
a veces, es
una playa y un puente.
Me dejo lamer la orilla
por tu espuma tibia, girando
pelícanos hambrientos del mismo pez
picada de vuelos y remontar de nubes
hasta que empiece la lluvia, y
nos resguardemos juntos
bajo las piedras marinas
o caiga la noche
o lo que pase primero.