lunes, 22 de julio de 2013

Veinticuatro horas. Trece treinta y tres.


A pesar de lo abierto que,
desdentando el cierre,
eres
ese scratch en mi
electrocardiograma.

Un grito roto de domingo
en medio de pestañas
que
baten la tarde.

Rugido hondo en
cámara lenta y pivote.

Tú sabes de qué
hablo,
te paras y dices
-Aquí estoy, perra
pa que me ladres,
perra. -Me quedo, linda...
veinticuatro, mami.


Recibo lo mío y
recupero,
el hilo de la caña
me curo del anzuelo
de lo que se muerde pero no se traga.
Este corazón no se empaña
sigue, claro
pellizcando las razones
se deleita en la ternura
que me baja los calzones.












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