en los días contados de toda esa belleza perfumada de muerte.
Te lo explicaría con pétalos y chorros de agua,
haría metáforas de erecciones y promesas de quedarse.
Contaría terribles amenazas de polvo y asma;
las haría parecer orgasmo.
El mal es arrancarte la cabeza
y decirte entre pistilos,
que soy una abeja.
2 comentarios:
Me gustó mucho, casi siento el aguijón clavado en la planta del pie...
Qué gusto, Luis... a ver si no te encuentras a la abeja muerta por ahí. ;)
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