La justicia no es para los amantes, no hay nada más lejos del amor. Y de todo lo que puede jugar a ser alguien en una relación amorosa, ya sea novia, amiga, esposa, cama de una vez, canción o poema, yo prefiero siempre ser la amante; porque me gusta lo fundamental. La que ama, la que se saca la piel para usarla de lo que haga falta. Lo hago con furia y ternura, lo hago aterrada, y es el miedo el que me empuja hasta el otro lado. Se tensan mis arcos, cejas, espalda. Me ensarto en la cornisa del infinito número de abismos que acechan una mañana de concierto, un café o una lavadita de dientes. Soy una poseída hecha ninfa en un abrazo. Nunca soy la mariposa, vivo de gusano, entre la tierra, el semen, la sangre y saliva, muerdo las hojas y tiendo lechos en donde adivino que caerá rendido. Solo quiero asaltarle con el cuerpo, la mirada y contemplar lo sublime de estar cerca en un silencio.
jueves, 24 de octubre de 2013
Celofán. Doce cincuenta y uno.
miércoles, 9 de octubre de 2013
Veintitrés doce.
Para Fausto, por el asombro de todos los días.
Nunca se me dio la matemática;
sin embargo,
puedo multiplicarnos.
Olvidé las llaves de las chapas
que ya no quiero abrir
(he pensado coleccionar llaveros
como evidencia de mi estancia en algunos sitios)
y la capital de todos los países africanos.
Recuerdo (procuro) lo que sirve
para contener esto,
de ser esto algo que quepa en
algún lado.
Ese lado puede ser una célula y
luego miles en cuestión de días.
Una idea y luego un nombre
que combine con un rostro
el nuestro en combo,
tus manos, mis pies
una mirada de carbón molido
que baste para dibujarnos
en la palma de la mano,
que acaricia tu barba,
mi espalda,
su cabeza,
mientras tarareo entre sueños,
una canción de cuna.
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