Miré a Francisco Hernández transformar el aire a pesar de sus pulmones cansados.
Tenía los ojos prendidos de fuego y una casa llena de cristales verdes.
José, Emiliano y yo respiramos sus palabras y por cuarenta minutos comprendimos,
lo que es vivir de escribir poemas.
1 comentario:
Recuerdo esa ventana y las palmeras y los calcetines corriendo de un bolsillo a otro... recuerdo...
Publicar un comentario