jueves, 16 de agosto de 2018

Cero cuarenta y siete casi seis.

Me cambié de casa.
Dejé atrás la boca abierta de
aceptar que lo que yo pensaba no es,
que esa zanahoria no me dejaba ver
que la zanahoria se ha convertido en nada
 y hoy todo es horizonte.
Ahora soy ciega, vivo el segundo siguiente
el vacío cambia de forma y ya somos amigos.
He dejado de tocar la misma herida que parecía placer que parecía amor
que yo al final, lo que deseaba era una familia.
Un cómplice, un amigo, alguien con quien crecer, ver crecer, viajar
y me parecía tan sencillo, tan es mucho pedir, que me tomé la libertad de creerme cualquier cosa.
Todo este tiempo, la verdad ha estado ahí sonriendo frente a mis ojos.
Pero estoy ciega.
Me ha cegado la muerte y ahora nunca
vas a ser otro, padre.
Tendré que aceptar que quien eras,
no tiene nada que ver conmigo.


No hay comentarios: