viernes, 4 de julio de 2008

Toribio

La gracia de caminar descalza sobre el piso frío me viene de la infancia. Más exactamente de cuando no me importaba que se me deformaran los pies y mi alma estaba tan caliente que sudaba la libertad que se refresca entre los dedos.
Entonces no contaba los días...el aire era tibio hasta en las mañanas de escuela.

Un día encontré a Toribio Batalla, él me odia y me quiere…yo sólo lo quiero, aunque desde hace dos días busco entre mis uñas y mis yemas un pedacito de mugre para aventarle en la cara, para sentirme viva y no sólo enamorada.
“Cuánto vacío de ignorancia, qué poco corazón incumbe a mi sangre”… y su alma me maldice a todas voces: que lo oiga el mesero, que lo oiga la silla, que lo oigan los compas que disimulan este circo. Y un whisky y otro más, que relajado sale mejor el empute y yo escondida debajo de esta cara exótica que ya me ha salvado de varias… aguantando, apretada…más…más, aprieta más lagrimal del demonio, no interrumpas la ira de Batalla, hay siempre un momento para todo, te dejaré aflojar en unos minutos… cuando estemos solas.

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